Tuesday 3 November 2009

La Tía Justa


No deja de sorprenderme la cantidad de cosas injustas que han existido, existen y existirán perpetuándose en una especie sarcástica tipo "ley de murphy" sin fin.

Me topé esta mañana con un par de jóvenes músicos (a cual más capaz) que se subieron al transporte público, para (literalmente) alegrarnos la mañana a todos los pasajeros que en su gran mayoría veníamos con gesto ceñudo.

Este par de jóvenes (no pasaban de los 22 años) inició su repertorio musical con varias canciones bastante alegres, del tipo que los viejos llaman de "rompe y rasga", es decir que por su alegría contagian, y alegran el espíritu. Eran entonados y tenían buena voz a secas, pero lo sorprendente fue descubrir la falta de egoísmo, al notar que conocían sus puntos fuertes y débiles, se amalgamaban de tal forma que entre los dos cubrían las mutuas carencias, y explotaban sus fortalezas, resultando en una sinergia auditiva digna de aplauso. Así fue más o menos durante 10 minutos, los que clausuraron con un popurrí que fue apotéosico. Para despedirse declamaron unos versos populares con el salero y picardía que caracteriza a nuestra raza.

Es aquí cuando surge la pregunta: ¿Porqué gente tan talentosa tiene que esquivar autobuses y cantar estando de pie, llenos de incomodidad, para buscar unas cuantas monedas que ayuden a su precaria situación? Cuando observamos la contraparte, gente sin talento (pero con tremendo marketing) que se llena los bolsillos sin esforzarse demasiado, como por ejemplo Enrique Iglesias, les invitó a escucharlo berrear la canción Nunca te olvidaré (en verdad dan ganas de ser sordo), o Paulina Rubio (para que vean que no soy xenófobo).

Desde aquí un pequeño reconocimiento a esos pequeños grandes músicos.



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