Wednesday 29 September 2010

Decálogo para formar un delincuente

1: Comience desde la infancia dando a su hijo todo lo que pida. Así crecerá convencido de que el mundo entero le pertenece.


2: No se preocupe por su educación, ética o espiritual. espere a que alcance la mayoría de edad para que pueda decidir libremente.


3: Cuando diga palabrotas, ríaselas. Esto lo animará a hacer cosas más graciosas.


4: No le regañe ni le diga que está mal algo de lo que hace. Podría crearle complejos de culpabilidad.


5: Recoja todo lo que él deja tirado: libros, zapatos, ropa, juguetes. Así se acostumbrará a cargar la responsabilidad sobre los demás.


6: Déjele leer todo lo que caiga en sus manos. Cuide de que sus platos, cubiertos y vasos estén esterilizados, pero no de que su mente se llene de basura.


7: Riña a menudo con su cónyuge en presencia del niño, así a él no le dolerá demasiado el día en que la familia, quizá por su propia conducta, quede destrozada para siempre.


8: Déle todo el dinero que quiera gastar. No vaya a sospechar que para disponer del mismo es necesario trabajar.


9: Satisfaga todos sus deseos, apetitos, comodidades y placeres. El sacrificio y la austeridad podrían producirle frustraciones.


10: Póngase de su parte en cualquier conflicto que tenga con sus profesores y vecinos. Piense que todos ellos tienen prejuicios contra su hijo y que de verdad quieren fastidiarlo.






Tuesday 28 September 2010

Vida

Yo no temo a la muerte. Temo al dolor del cuerpo, sí, y a ese inconmensurable dolor del alma que es la soledad. Pero a la muerte no. Y no la temo porque jamás estaremos juntos ella y yo: ahora que yo soy, ella no es; cuando sea ella, yo ya no seré.
Todo es vida, hasta la muerte.
La vida misma que Dios creó en el principio de los tiempos, es la vida que ahora hay, infinitamente varia, como el mar, infinitamente igual a si misma, como el mar.
De esa vida soy parte.
Mi vida de ahora se repetirá en la vida eternamente.



Friday 24 September 2010

Motivación

Aunque sientas el cansancio,
aunque el triunfo te abandone,
aunque un error te lastime,
aunque un negocio se quiebre,
aunque una traición te hiera,
aunque una ilusión se apague,
aunque el dolor queme los ojos,
aunque ignoren tus esfuerzos,
aunque la ingratitud sea la paga,
aunque la incomprensión corte tu risa,
aunque todo parezca nada,
¡VUELVE A EMPEZAR!


Thursday 23 September 2010

Tripes e Rognon

Una semana entera mi Padre se pasó comiendo tripes e rognon (tripas y riñón) en Francia, ya que era lo único que sabía pedir en francés, pero siempre quiere la providencia que nunca un mexicano se encuentre solo en tierras extrañas, y tuvo la fortuna de encontrar a un grupo bohemio de españoles y mexicas, al que rápidamente se integró, previa advertencia de su amigo y compañero de viaje: “no te juntes con ellos, no sabes cómo son” –pues, ¿cómo son?- preguntaba mi Apá. “te van a llevar de un lado a otro, se van a embriagar y a comer en todos lados, son parranderos” Mi Apá con ojos de incredulidad le decía: -bueno Roberto, tu sí que eres pendejo, para eso los quiero hijo de la chingada- ya estoy hasta la madre de tripa y riñón cabrón.
Y quiere el destino que se pasó los últimos días en Francia parrandeando de lo lindo, estrechando la amistad perenne que unió, une y unirá por siempre a España y México, tan bien les cayó mi Padre, que a punto de abordar él y su amigo, el avión que les traería de regreso a México, se aparecieron en el aeropuerto (todavía pedos) con un mariachi y sartenes con lo que entre música y mucho ruido despidieron al autor de mis días.
La amistad es lo que nos diferencia, y lo que nos hace compartir lo que se es, y lo que se sabe, y entre amigos siempre se suma, y se está bien.


Tuesday 21 September 2010

Oración

Una oración bellísima que comparto con mis 4 lectores.
Que me permita mirar, escuchar y soñar más. Hablar menos.
Llorar menos.
Ver en los ojos de quienes me miran, la admiración que me tienen, y no la envidia que prepotentemente pienso que sienten.
Escuchar con mis oídos atentos y mi boca estática, las palabras que se hacen gestos y los gestos que se hacen palabras.
Permitir siempre escuchar aquello que no tengo permitido escuchar.
Saber realizar los sueños que nacen en mí y por mí, y conmigo mueren, por no saber que son sueños.
Entonces, que pueda vivir los sueños posibles y los imposibles, aquellos que mueren y resucitan a cada nuevo fruto, a cada nueva flor, a cada nuevo calor, a cada nuevo rocío, a cada nuevo día.
Que pueda soñar el aire, soñar el mar, soñar el Amar.
Que me permita el silencio de las formas, de los movimientos, de lo imposible, de la inmensidad, de toda profundidad.
Que pueda sustituir mis palabras por el toque, por el sentir, por el comprender, por el secreto de las cosas más raras.
Por la oración mental (aquella que el alma crea y que sólo ella escucha, y sólo ella responde).
Que sepa dimensionar el calor, experimentar la forma, vislumbrar las curvas, diseñar las rectas, y aprender el sabor de la exhuberancia que se muestra en las pequeñas manifestaciones de la vida.
Que sepa reproducir en el alma, la imagen que entra por mis ojos, haciéndome parte suprema de la naturaleza, creándome y recreándome a cada instante.
Que pueda llorar menos de tristeza y más de alegrías.
Que mi llanto no sea en vano, que en vano no sean mis dudas.
Que sepa perder mis caminos, pero que sepa recuperar mis destinos con dignidad.
Que no tenga miedo de nada, principalmente de mi mismo: ¡Que no tenga miedo de mis miedos!
Que me quede dormido cada vez que vaya a derramar lágrimas inútiles, y despierte con el corazón lleno de esperanzas.
Que haga de mí, un hombre sereno dentro de mi propia turbulencia. Sabio dentro de mis límites pequeños e inexactos.
Humilde delante de mis grandes gafas e ingenuas (que me de cuenta cuan pequeñas son mis grandezas y cuan valiosa es mi pequeñez).
Que me permita ser madre, ser padre y si fuere necesario, ser huérfano.
Permíteme enseñar lo poco que sé y aprender lo mucho que no sé.
Traducir lo que los maestros enseñaron y comprender la alegría con que los simples traducen sus experiencias.
Respetar incondicionalmente el ser, el ser por sí solo, por más nada que pueda tener más allá de su esencia.
Auxiliar la soledad de quien llegó, rendirme al motivo de quien partió, y aceptar la alegría de quien quedó.
Que pueda amar y ser amado.
Que pueda amar aún sin ser amado.
Hacer gentilezas cuando recibo cariños, y hacer cariños aunque no reciba gentilezas.
Que jamás quede solo, aún cuando yo me quiera solo.


Amén.


Monday 20 September 2010

Invitación


Hago una cordial invitación a mis 4 lectores a la exposición del Maestro Samuel MacNaught Barbizani.

La exposición contará con 50 obras del Maestro y no pueden perdérsela. Vale mucho la pena.

La cita es el próximo 1 de Octubre del año en curso, en San Pedro Museo de Arte en esta camotera ciudad, a partir de las 19:00 horas.

Allá nos vemos.



Iniciativa México


Me gustaría poner a su consideración esta iniciativa a la que llamaré:

Exterminar a las ratas


Pero a las de dos patas, ya que merecemos como País, gobernantes y funcionarios honestos, que cobren solamente sus salarios y que no roben ni transen, ni hagan chanchullo.

Al que no respetare esta normatividad, reposición de lo hurtado (cómo les dolería, imagínense quitarle a Salinas lo que se robó) destierro o cárcel, y la vergüenza de ser quemado públicamente.

Como dijera Nino Canún: ¿Usted que opina?





Friday 17 September 2010

Amor se escribe con I

Mañana es el cumpleaños de mi esposa, de quien puedo decir:
La mujer que yo amo tiene la belleza exacta y el corazón en su sitio. Es implacable en su ternura, luminosa como una fe intacta, contundente en sus deseos de vivir hasta que la vida sea vida, y un poco más. La admiro por su condición de reina que abdica al trono de la existencia resuelta, a cambio de eso que se llama amor, y otros, el incierto camino al lado de un vagabundo de mi calaña. Es linda por derecho propio. No necesita adjetivos como excepcional o única: se los merece. Su sonrisa, cuando es para el mundo, ilumina; cuando es para mí, desarma mis defensas y me coloca en un sitio privilegiado en el universo. Soy inmortal, entonces, y tocado por los dioses, afortunado como quien sobrevive al holocausto de la vida cotidiana y al tufo de muerte que nos persigue desde la cuna.
Es el júbilo y el duelo de la sangre enamorada. Una palabra suya, un latido, una mirada clara o incierta, y desata en mí el huracán de las alegrías inmensas o el malebolge de la perdición en mi soledad de hombre. Es mujer, al fin y al cabo, y sucede que la idolatro pero a veces en mi pequeñez de mortal azotado por una existencia jamás pedida, no la entiendo. Así, cuando desciende a su tiranía de milagro convertida en hembra, sus flechas duelen, se me figura fugitiva, sus muros son altos, contemplo mi suerte echada al capricho del sólo mis chicharrones truenan. He sentido las ruinas en que puede convertirme, la esperanza convertida en guiñapo, la cercanía de lo terrible y sin rumbo. He vertido, por su amor, uno que otro llanto de niño, algunos aullidos de loco y alguna incoherencia más al epitafio de mi tumba vacía.
La mujer que yo amo es real. La vida la alcanza a ratos y la hiere en su cielo de bondades y sonrisas. No hay justicia en el mundo: tanta bienhechora belleza, tanto brillo destacado de su alma, y no faltan los dardos emponzoñados en forma de cuervos, ranas, ajos y cebollas, alardes de derrotados, el colosal tráfico de la estupidez humana. Yo mismo, en mi caos y en mi soberbia, he dejado marcas y ecos de patán y temible filibustero. Soy hombre, al fin y al cabo, y hago guerras y cometo errores. Me enojo, gesticulo, arremeto contra lo que no entiendo, camino por la cuerda floja del sendero oscuro y sin regreso. La he visto llorar, por mí, por sus padres, por los pobres más pobres, y por la vida que es vida y porque es vida duele.
En momentos así ella triunfa, y, como es mejor que yo, junta su propia alma con la mía y les habla de amor, para que florezcan.
Es la mujer de mi vida, la mujer en mi vida. Existe en la tierra como el sabor de la fruta que me gusta, como el inmenso mar de mis aventuras de joven, como una alegría inesperada, como una caricia de madre. Es el arma con que me bato a duelo con los diversos adjetivos de lo aburrido y lo cotidiano.
Quiero permanecer con ella siempre, hasta el fin de los suspiros, hasta el último de los misterios, y cuando llegue la final postrimería invocaré su nombre, y tal invocación abrirá para mí las puertas de la morada celestial. Y no me sentiré raro en el Cielo, pues ya lo conocí, por ella, aquí en la Tierra.

Thursday 16 September 2010

Viva

Post excelente de Pedro Miguel


Vivan los que murieron con el nombre del país en los labios.
Vivan los que luchan por mejorar la vida.
Vivan las que se sobreponen a la misoginia y a la homofobia.
Vivan las que ejercen el dominio de su cuerpo.
Vivan los que sobreviven a la violencia.
Vivan los que subsisten en la crisis.
Vivan los asalariados que estiran su jornal.
Vivan los campesinos que les niegan su tierra a los transgénicos.
Vivan las mujeres que organizan cooperativas de producción y autoconsumo.
Vivan los ambulantes que defienden su mercancía.
Vivan los limpiaparabrisas que no tienen más patria que una esquina.
Vivan los electricistas, los mineros y los metalúrgicos.
Vivan los telefonistas.
Vivan los petroleros que defienden a Pemex.
Vivan las comunidades indígenas que anotan en un viejo cuaderno las ofensas que han sufrido.
Vivan los burócratas que no convierten su sello de recibido en un arma contra el prójimo.
Vivan las caseras que perdonan la renta al inquilino desempleado.
Vivan quienes tienen que irse a Estados Unidos para mantener a su familia.
Viva la memoria de quienes se quedan tirados en el desierto.
Vivan los mexicanos capturados por la migra.
Vivan las señoras que escuchan con simpatía los problemas de la vecina.
Vivan los niños y las niñas que ayudan a lavar los platos.
Vivan los menores que trabajan.
Vivan los escuincles que hacen preguntas incómodas sobre sexo, religión e historia patria.
Vivan los tenderos que dan fiado.
Vivan los cooperativistas de Pascual.
Vivan quienes logran superar una adicción.
Vivan las y los informadores que inventan medios alternativos y que se empeñan en darlos a conocer.
Vivan las chavas clasemedieras que ponen su conexión de Internet al servicio de la verdad y de la gente.
Vivan quienes se niegan a dejar morir su imaginación.
Vivan quienes defienden la herencia del pasado.
Vivan quienes comprenden que la herencia del pasado es la primera piedra del futuro.
Vivan las monjas, los curas y los ministros de culto que predican con la verdad.
Vivan los que promueven el uso del condón en comunidades rurales.
Vivan los empresarios que reducen su ingreso personal para pagar a sus empleados.
Vivan los profesores que crean conciencia en sus alumnos.
Vivan los artistas que no se dedican a componer shalalás ni retratos al óleo del presidente el turno.
Vivan los sexoservidores que alquilan su cuerpo sin vender su dignidad.
Vivan los delincuentes que se rehabilitan.
Vivan los mendigos que no estafan a quienes los socorren.
Vivan las costureras que se emocionan con la emoción de las quinceañeras al estrenar el vestido.
Vivan los taxistas que no alteran el taxímetro.
Vivan los industriales que no se doblegan a la invasión de contrabando.
Vivan los políticos que actúan con sensatez y honestidad.
Vivan las legisladoras que no se autocensuran al hacer uso de la tribuna.
Vivan los jardineros y las floristas que cuidan hasta la última hoja y hasta el último pétalo.
Vivan los comunicadores que no entregan las nalgas al poder.
Vivan los abogados que defienden derechos humanos y que combaten injusticias laborales.
Vivan quienes descubren a los rateros en las oficinas públicas.
Vivan quienes gritan “¡Muera el mal gobierno!”
Vivan los pueblos cercados por grupos paramilitares.
Vivan los parientes de niños asesinados que se niegan a olvidar el agravio.
Vivan las mujeres que denuncian a los violadores.
Vivan quienes desenmascaran a curas pederastas.
Vivan quienes no ven la tele comercial ni se tragan sus mentiras.
Vivan quienes se burlan de los opresores.
Vivan quienes han pasado varios días de su vida en plantón ante la Suprema Corte.
Vivan quienes se toman en serio las campañas de boicot a las marcas gringas manchadas de sangre.
Vivan los policías y soldados que sienten malestar y vergüenza de estar siendo usados contra la gente.
Vivan las indómitas, los infatigables, las insobornables, los irreductibles.
Vivan quienes se organizan para desafiar al poder oligárquico.
Vivan los nacos, los chundos, los pelados, la raza.
Viva México.
Viva México.
Viva México.



Wednesday 15 September 2010

¿Viva México?

¿Celebrar? ¿Tenemos motivos para ello?
La respuesta es no.

Presumimos de una independencia que fue ganada a sangre, sudor y lágrimas, para nosotros, pero no ganada por nosotros. Sin embargo aún en estos tiempos no hemos decidido quitarnos el pie del cuello de quienes no hemos podido independizarnos. Nuestro gobierno nos sigue robando, ignorando (salvo en campañas electorales), seguimos siendo un número si bien nos va, seguimos pagando la gasolina más cara del mundo, el ISR más caro de todo el mundo, los impuestos sobre tenencia que nadie más en el mundo paga, los servicios (gas, luz, telefonía, internet, celular) entre los más caros del mundo, y aún así el gobierno cree que somos tan pendejos que con sus pingües festejos nos va a dorar la píldora. No señor, desde aquí una sonora trompetilla y una mentada de madre, empezando por Felipe y sus 40 (¿o son más?) ladrones, y terminando con el último eslabón de su numeroso séquito de parásitos.
Cuando nos quitemos a este lastre de encima, podremos gritar ¡Viva México!


Thursday 9 September 2010

Yo contra mí

Así era Germán Dehesa
Déjenme platicarles un poco de los tortuosos caminos que me han traído hasta aquí. Cuando me propusieron este ejercicio, en principio pensé que quien me hablaba era un bromista telefónico y, como tal, le respondí que por supuesto estaría dispuesto a un intenso pugilato conmigo mismo. Aunque no lo crean me tiene en vilo el asunto: ya llevo varios años aprendiendo estratagemas para aliviarme de una timidez incurable. Soy tímido de nacimiento. Parece que mi hijo heredó ese problema: también es muy refractario, aunque no lo someto a las torturas a las que yo sí fui sometido. A mí me obligaban o intentaban obligarme a recitar el poema a los niños héroes de Amado Nervo, delante de una bola de seres muy extraños: hombres viejísimos, como de cuarenta años, y mujeres con lunares peludos; me parecía que no merecían escuchar aquellos versos por mi boca.
En esas ocasiones, mi mamá me laceraba fuertemente diciendo que cómo era posible que si me los sabía no los recitara; yo le respondía que no me daba la gana y que me daba mucha pena pues seguro se me iban a olvidar.
Desde entonces empezó a fraguarse el acero. Prueba de ello es que aquí estoy avisándoles que sí, que soy como todos ustedes: un ser dual. Espero que no lleguemos a un diagnóstico de esquizofrenia severa, pero sí tengo esa condición de siempre estarme asomando a dos caminos.
Mi caso se acentúa por el hecho de ser hijo de un veracruzano alegrísimo, desmadroso, vital, con una capacidad para resolverlo todo en una broma, en un chiste, en una ocurrencia, en encontrarle siempre el lado luminoso aun en lo más siniestro, y militante del Partido Comunista Mexicano. Por otro lado, estaba el carácter de mi madre, que era una señora decente y con una brutal propensión al aburrimiento, a la condición sufridora, dramática: casi daba las gracias por cada dolor nuevo que le venía.
Recuerdo aquí a Giovanni Guareschi, que creó a dos personajes memorables: a Don Camilo, que era cura, párroco de un pueblo italiano, y al alcalde, que era comunista, se llamaba Giusepe Bottazzi, aunque todo mudo le decía Pepón. Hagan de cuenta que en mi casa vivían Don Camilo y Pepón, nada más que Don Camilo era Doña Camila. Si recuerdo bien el mundo de Guareschi, lo más conmovedor del libro, lo más divertido era que, a pesar de esos encuentros o desencuentros ideológicos, los dos personajes siempre encontraban una ruta para que lo humano los reuniera. Supongo que por lo menos en tres ocasiones mis padres lograron encontrar ese camino: tuvieron tres hijos, uno de ellos con parálisis cerebral, el mayor; luego aparecí yo en el horizonte para gloria de este país, el primero de julio de 1944; y mi hermana, la menor, de quien ya hablaré.
Mi padre pidió que yo naciera en Veracruz puesto que mi espíritu era veracruzano, pero mi madre, dócil y cristiana, me nació en Tacubaya... y me pasó a fregar porque realmente ser de Veracruz es algo tres o cuatro veces heroico. Salvo el cine Ermita y un motel muy viejo que hay por ahí, Tacubaya no tiene mayores timbres de gloria ni de historia...
Nací cerca del Molino del Rey donde se perdió una batalla importante (casi es de rigor decirlo, es como un pleonasmo: si es una batalla en la que participaron los mexicanos, salvo la del 5 de mayo y la de Querétaro, todas las demás las perdimos). Por esos mismos lugares nació Guillermo Prieto, un viejo maravilloso; nada hay más deleitoso para un mexicano, o nada debería ser más deleitoso, que la lectura de Memorias de mis tiempos. Ese libro es la historia del México del siglo XIX contada por su mejor cronista, por un protagonista privilegiado que estuvo en todo, que estuvo en las guerras, que estuvo en la paz, que estuvo en el periodismo, que estuvo en la dramaturgia y que publicaba los famosos San Lunes de Fidel, un resumen periodístico de lo que le había parecido la semana mexicana.
Nazco, decía yo, en Tacubaya, donde ahora está la UAM. En esa hermosa casa estaba la maternidad, tiene enfrente la embajada rusa, que era muy frecuentada por mi padre –la embajada rusa, la maternidad pues nada más esa vez fue a enterarse a ver qué le había salido. Le habían salido dos orejas, básicamente, y un pequeño ser adosado; debo confesarles que no ha cambiado mucho la configuración del hijo de mi querido y añorado Don Ángel Dehesa...
No se desesperen. Obviamente sí me voy a pelear yo contra mí. Existe el yo que está tomado de la mano de mi padre y el otro que no quisiera tomarse de la mano de mi madre, porque... porque no me encuentro, porque no siento que sea yo. Sin embargo, a pesar de no sentirme perteneciente, de alguna manera la mano de mi madre me influyó. Recuerdo esas sesiones donde tenía que rezar para que se le quitara el hipo al papa; le venía hipo a Pío XII y teníamos que rezar el rosario en familia, y no el rosario común, sino el de quince misterios. Desde entonces no entendía porqué repitiendo unas palabras desde la ciudad de México, que quedaba a un chingo de distancia del Vaticano, a un señor que tenía hipo en Roma se le iba a quitar el hipo. Yo decía:
– ¿Y si le dan agua mamá, si aguanta la respiración un rato y nosotros aquí como imbéciles rezando el rosario?– ¡No!
Eso era lo de menos de esa manera que tenía mi madre de vivir la fe. Me acuerdo que antes de mis doce años no salíamos en Semana Santa. Simplemente no se podía salir, hasta que un día, previa consulta con su confesor, con el padre Domingo en la iglesia de San Antonio en la colonia Nápoles, nos dieron permiso de ir a Acapulco, siempre y cuando observáramos el Jueves y el Viernes. Nunca entendí muy bien: era cosa de sentarse como quien ve el paisaje, como quien ve La Quebrada, uno observa un día. Total, que estábamos en Acapulco como estúpidos observando el día; finalmente, a las doce nos ganó la voluntad de ir al mar, nos fuimos a la playa. Empero, en punto de las tres de la tarde del Viernes Santo, con el Sol a plomo, mi madre nos hincó en el camellón de La Costera a rezar porque estaba muriendo Jesucristo. Yo dije:
–¡Puta, fue hace un chingo! Digo, ¿realmente Jesucristo me lo va a tomar en cuenta, esto de que tantos años después, 1956 años después, yo me esté hincando en la costera de Acapulco con la bragueta llena de arena?
Como salía uno del mar, con un bolsón ahí... era espantoso, sin tomar en cuenta el Sol, la sal y otras cosas que traía uno. Mi mamá me cuestionó:
-¿Y lo que sufrió Cristo en la cruz?-¿Pero yo qué culpa...? –Respondí inocentemente.
Hasta que no terminamos todas las oraciones no nos levantamos. Y mi mamá sabía muchísimas.
Hace no sé cuánto que no rezo el rosario, ni en familia, ni solo, ni nada y, sin embargo, en cuanto me descuido ya estoy con: “por estos Misterios Santos de Cristo, la nación mexicana, la unión y feliz gobierno, goce puerto el navegante...” De niño me imaginaba los barcos en mitad de la tormenta y me decía: “Como estoy rezando, seguro va a encontrar el puerto el navegante.” Me daba como una especie de megalomanía porque podía decidir la suerte de los navegantes, de la unión y feliz gobierno de la nación mexicana, y hacía una lista como de súper, como de carta a Santa Claus. “Por estos Misterios Santos…” y luego venía lo de antes del parto, durante el parto y después del parto, pero cuando uno empezaba a querer pararse, eran unos manazos y unos coscorrones terribles.
Quisiera decirles que tengo un desgarramiento tremendo y que tuve una crisis de fe espantosa… pero que, pensándolo bien, no fue tan grave. En cuanto perdió mi mamá cierta autoridad sobre mí, no volví a pararme en una iglesia, con excepción de una vez que me paré para un matrimonio más o menos logrado.
Debo aceptar que eso realmente no es lo mío, aunque nunca he dejado ni de rezar, ni de creer en Dios, ni de platicar en las noches con Él. Comentaba hoy en la mañana con mis alumnos y alumnas que no puedo ver a Dios como agente de colocaciones, o para pedirle que ganen los Pumas (tiene uno que estar loco para hacer esas mezclas de teología y futbol).
Todo esto lo digo para no entrarle a este tema del pugilato con uno mismo porque es muy arduo.
Les repito que sí, que soy un ser dual, que tengo esta parte muy sellada por una formación católica, sea o no practicante. Hay algo en nuestra mentalidad, en nuestra manera de entender la vida, en nuestro juicio sobre la existencia... Los católicos tenemos un lado sufridor: es nuestra madre que se asoma en cuanto puede.
Recuerdo mucho a mi madre haciéndome su numerito de:
-¡Ay, no sabes, mi pierna mala –porque mi mamá, pasada cierta edad, tenía una pierna mala-. No sabes lo que me ha dolido todo el día mi pierna mala...-¡Chín! -decía yo.-Pero tú te vas a ir a una fiesta, ¿verdad? Vete, vete tranquilo de veras. Yo gozo sabiendo que tú estás gozando. Nada más déjame el rosario cerca por favor y mis medicinas, porque si me viene una crisis… no creo, eh, no creo, pero por si me viniera déjalas ahí, total, si de veras me siento muy mal, no puedo ahorita apoyar el pie, me ruedo sobre el mosaico y pecho a tierra llego al teléfono… de alguna manera alcanzo el teléfono...
El resultado de tal exposición era que yo no iba a la fiesta y que la pinche vieja se cuajaba toda la noche. Ya no le dolía nada, ya no necesitaba nada, ni el rosario rezaba, le valía gorro todo.
Pero de pronto aparecía en mi vida mi papá diciéndome: “Vámonos a ver qué encontramos”. Empezábamos a caminar. Me acuerdo que cuando paseábamos por Insurgentes y yo veía a esas mujeres recargadas en los árboles, con mucha pintura en la cara y con unas vestimentas muy extravagantes y llamativas, le preguntaba:
- Oye papá, ¿y esas señoras?- Ay hijo, ¿qué no sabes?- No papá.- Son de la forestal, hijo, son policías forestales. Les encargan un árbol a cada una. Ellas tienen que cuidar su árbol y como está tan cerquita de la banqueta, por eso se visten así para llamar la atención, no las vayan a atropellar.
Era una explicación tan hermosa que hasta la fecha me conmueve, me dan ganas de bajarme a dar las gracias a las de la forestal porque están cuidando los árboles.
Entre esos dos mundo me movía yo: en un mundo del puro gozo, de la pura invención, del mundo siempre visto desde su ángulo más divertido, más chistoso, más llamativo, más fértil para la imaginación, el mundo jarocho de mi padre; y, por otro lado, el mundo michoacano, contrarreformista, feroz, de mi madre, un mundo que consideraba que sufrir era un mérito importantísimo pues estábamos en este valle de lágrimas para acumular, hagan de cuenta como puntos para viajar en avión, puntos para irse al Cielo.
También debo decirles que fui muy feliz en una escuela de gobierno. Quería mucho a un maestro a quien se le ocurrió decirme:
-En esta escuela te vamos a echar a perder. Tú tienes capacidad para más. Te voy a conseguir una beca y voy a hablar con tus padres.
Rápidamente apareció mi madre en el horizonte para decir: “Este es el momento”. Y me metió con los hermanos maristas. Me dieron la beca... y la beca estaban por ley obligados a darla. Sin embargo, en cuanto sacaba siete en conducta, en todo el sonido del Instituto México se oía:
- Le recordamos al niño Germán Dehesa que no paga colegiatura sino que está becado en esta escuela y que por lo mismo debe...
Yo decía: “¡Puta madre!” Con los O'Farril por allá, los Cortina por allá, a los que les daban 25 pesos de domingo, cuando a mí me daban un peso… Había una asimetría, era como tratar un TLC Estados Unidos-México. Los Cortina tuvieron, primero, motoneta, luego motocicleta, luego automóvil y yo seguía tomando mi Popocatépetl/Colonia del Valle y anexas y disfrutando de la ciudad como loco.
Disfrutaba, sobretodo, ir con mi padre, tomar el Insurgentes/Bellas Artes en Georgia e Insurgentes y tardar treinta minutos en llegar a la Alameda, y pasar junto a una escultura y agarrarle las nalgas a la escultura. Me decía mi papá:
-Yo primero porque soy tu mayor. Tú me la vas a dejar muy sebosa. -Y entonces le daba sus llegues.- Ahora vas tú. ¿Cómo es posible que un hijo mío no sepa ni agarrar un nalga? A ver, mira, te voy a enseñar cómo se ahueca la mano, cómo se le hace.
Esas enseñanzas son invaluables, esas sí sirven para la vida.
De esos dos mundos vengo yo. Y por eso soy una especie de animal dual, soy un centauro -en unas de esas voy a salir sirena o algo así: soy mitad carne mitad pescado, mitad caballo mitad ser humano. Todos lo somos porque traemos la carga genética del padre y la carga genética de la madre.
La única ventaja que tengo frente a la dualidad es que los dos eran diabéticos, los dos eran cardiópatas. Eso sí, cardiópata y diabético lo soy a pleno pulmón y en el cuerpo entero. Lo demás, lo que es el valor añadido, lo he tratado de averiguar por mi cuenta.
A mí me deslumbraba mucho mi padre, era bastante pobre y no le daba ninguna pena serlo; nos corrían cada seis meses de las casas donde estábamos; nos mudábamos y era una fiesta.
-Lo de menos sería quedarnos -decía-, pagar la renta al puerco capitalista, pero yo no quiero quitarte la oportunidad de que conozcas la ciudad.
Y mientras, mi madre sufría en silencio, es decir, con un estrépito que se oía a cinco kilómetros (porque cuando una mujer sufre en silencio se oye como a veinte cuadras a la redonda). Lloraba todo el trayecto que iba de la casa vieja a la casa nueva:
-Claro, ustedes se conforman con cambiarse, pero ¿quién pone la casa y quién acomoda los muebles y la chingada?
Total, acabábamos acomodándolo todo nosotros, porque a mi mamá le venía el dolor en la pierna mala...
Ése es mi mundo. Podría estar peleado conmigo mismo, pero vivo muy reconciliado. Cuando llegado el día falleció mi padre de la manera más tranquila, se acostó a dormir una siesta, se enderezó y le dijo a mi madre: “Te quiero comprar un vestido en Liverpool”. Fueron sus famosas últimas palabras –por andar ofreciendo vestidos a las viejas, eso nunca hay que hacerlo. Se volvió a recostar un momento. Le dio una embolia fulminante, y murió.
Mí mamá –se supone que cuando uno hace edema pulmonar podemos librar uno, dos, quizá tres- hizo casi treinta edemas pulmonares y la pinche necia no se quería ir. Sólo se murió porque a mi hermana se le descompuso el coche. Mi hermana, una doctora muy afamada en el Seguro Social, en cuanto veía que mi mamá se empezaba a torcer, la trepaba al coche y se la llevaba al hospital, le ponían el ventilador y le hacían quién sabe qué y le pasaban suero. Cuando yo llegaba vestido de negro y todo, ella salía radiante y, así, más o menos 30 veces. Pero una vez -y conste que no fui yo el que descargó la batería- no arrancó el coche. Mi mamá no alcanzó a llegar y se murió en el trayecto. Mi hermana se azotaba y yo le decía:
-Hermana, esto ya no era vida, agonías todos lo días, esto ya era un exceso.
Cuando fui a la funeraria –estuve cinco minutos en Gayosso, tan malnacido como soy, detesto ir a Gayosso, me encanta estar con los vivos, no sé qué le va uno a oler al muerto—, le llevé unas rosas y le dije:
-Madre, ahí quedamos, entiendo que lo que hiciste como siempre me lo decías: “Es por tu bien y esta cachetada que te voy a dar algún día me la agradecerás –todavía no ha llegado ese día— porque lo estoy haciendo por tu bien”… y me soltaba unas...
Por otro lado, no creo haberme dispensado de vivir por los libros, es decir, no es mi caso como el de algunos seres que han escogido leer, por miedo a vivir; hay otros que se meten a la vida por miedo a la belleza, por miedo al conocimiento. Yo he ido y venido… cosa que siempre tuvo muy nerviosos a mis maestros porque decían:
- Bueno, si éste sabe tantas cosas sobre Shakespeare o sobre Lope de Vega o sobre Sor Juana ¿por qué va al teatro Blanquita?, ¿qué va a buscar al teatro Blanquita o qué hace en el Tivoli oyendo Harapos?
A mí me gustaba oír Harapos y me gustaba leer a Shakespeare; me gustaba tener eso para lo que ni siquiera hay palabras en español, lo que se dice en inglés el street wise, la sabiduría de la calle. Me encantaba y me sigue encantando oír a la gente y ver qué se trae y oír sus argüendes, sus fabulaciones, sus mitos y sus historias.
Tengo que decir que si iba a la calle o iba a los libros, era para traer materiales para mi hermano mayor. Ahí empezó mi esquizofrenia. Yo le platicaba y me respondía, me respondía tratando de adivinar lo que él podía imaginar, de lo que yo le estaba contando. Por eso aprendí a dialogar, por eso me dicen: “Escríbete una escena”, y lo hago como si la tuviera ya en la cabeza. Me asusta que la gente no lo haga.
Adquirí dominio de la palabra, adquirí el dominio del diálogo, de hablar desde el otro preguntándome quién es el otro y qué quiere decir, imaginándomelo, suponiéndomelo. Aprendí también a mantener la tensión, porque mi hermano lo único que podía mover era una mano. Empezaba la narración y me apretaba la mano; si me empezaba a poner pesadito o muy intenso, me empezaba a soltar, y cuando ya era una güeva perfecta, me soltaba la mano. Empecé a aprender en qué momento me iba a soltar la mano y cambiaba de tema o decía un albur o decía esto o decía aquello y volvía a sentir el apretón. Hasta las novelas le quedaban chicas.
Cuando mi hermano ya estaba muy metido, había que añadirle capítulos al mismo Salgari y resucitar al Corsario Negro. Hace 53 años que yo leía eso y aquí está en mi cabeza; recuerdo exactamente cómo comienza El Corsario Negro con esa escena en la que están recargados en la borda: “Y allá en el castillo de proa está el Corsario Negro con una nube de preocupación que cruza por su mente...” –a mí eso de la nube de preocupación que cruzaba por su mente se me hacía poca madre, en la escuela me recargaba a ver si me pasaba una nube de preocupación por la mente...
Pero fíjense lo que son las dualidades de esta vida, la maldición (como le decía mi madre) de la enfermedad de mi hermano me dio el dominio de la palabra, me dio la lectura, me dio el diálogo, me dio el manejo de las tensiones. No me cuesta ningún trabajo hablar en público porque sigo hablando con mi hermano y siento otra vez cuándo me van a soltar la mano, a qué hora hay que cambiar, a qué hora hay que pasar a otro tema. Pero no es ninguna gracia: lo aprendí, lo entrené durante más de 20 años de mi vida. Cuando me dicen: “Escribe un artículo diario”, pues lo escribo, y me preguntan: “¿Y cómo le haces?” Respondo que sigo hablando con mi hermano. Mi columna se llama Gaceta del Ángel: mi hermano se llamaba Ángel Dehesa y era un enviado de Dios, me trajo todos esos dones y derramó oro sobre mi cabeza y me llevé tiempo en entenderlo.
Ahora me pregunto: ¿qué sería de mí sin esa terrible “maldición” que por los pecados de mi padre había caído sobre nuestra familia? Cuando un médico me dijo: “Su mamá que piense lo que quiera, el problema de su hermano se llaman fórceps, para nacer le doblaron demasiado la cabeza, hubo un momento en que se quedó sin oxígeno el cerebro y ahí empezó todo el proceso de deterioro”. Pues el castigo resultó un premio para mí, por lo menos, prodigioso. Mi manera de estar en el mundo es un modo de agradecer la existencia de mi hermano. Para que vean que todo tiene en la economía de la vida un sentido. No opto ni por literatura ni por la vida sino trato de ir y venir de la literatura a la vida, de hacerme mejor lector en la medida en que vivo mejor y vivo más, y de hacerme mejor vividor en la medida en que la lectura ilumina mi vida. Sí hay disputa en mí, pero no muy fuerte. Si estoy leyendo un libro y me está fascinando y aparece mi hijo que quiere platicar conmigo, no me cuesta trabajo cerrar el libro y oírlo. Eso sí lo he tenido que aprender: con los hijos más grandes fingía demencia, ni los daba por escuchados. Pero eso se aprende con los años. Ahora sí entiendo que esas intimaciones de la vida no las puede uno posponer.


Wednesday 8 September 2010

La diferencia entre pecado y delito

Las religiones pueden definir qué clase de conducta son pecado, pero no están facultadas para establecer qué debe o no ser considerado como delito.

Es a la Iglesia, o poder espiritual, a la que corresponde castigar o perdonar el pecado, y al Estado, o poder temporal, al que corresponder juzgar y castigar el delito y considerar los atenuantes o agravantes de su comisión. Pero no le corresponde perdonarlo.

La Iglesia, si quiere, puede perdonar el o los pecados de un asesino, un narcotraficante o un pederasta. El Estado no obliga a la Iglesia ni a condenar, ni a castigar esta clase de transgresiones. Sí le exige, en cambio, que entregue a la justicia civil a todo aquel ciudadano cuyo pecado constituya un delito, para que se le juzgue con todo el peso –y la bondad– de la Ley.

Cuando la Iglesia se niega a hacerlo con la excusa del secreto de confesión, y de hecho siempre lo hace, el sacerdote y con él la Iglesia entera se transforman en encubridores, en cómplices del delito.

El laicismo y la libertad

La diferencia entre pecado y delito es una de las tres principales características del laicismo, tal como las plantea el brillante filósofo español Fernando Savater en su libro La vida eterna. Las otras son:

La segunda: “En la sociedad laica tienen acogida las creencias religiosas en cuanto derecho de quienes las asumen, pero no como deber que pueda imponerse a nadie”.

Esto quiere decir que, en un régimen laico, como el nuestro, el Estado se erige en protector de todas las religiones, concede a todos sus ciudadanos la libertad ejercer cualquiera de ellas y, al mismo tiempo, no puede imponer ninguna religión sobre las demás. De esta libertad goza incluso el presidente de la República, que puede ser católico, protestante, judío o ateo. Sólo se le pide, en caso de ser religioso, que practique su fe con discreción. Y así, con una sola y lamentable excepción, lo han hecho, desde hace más de medio siglo, los presidentes mexicanos que han sabido respetar al laicismo como una de las conquistas del estado democrático...

La tercera. Dice Savater:

“En la escuela pública, sólo puede resultar aceptable como enseñanza lo verificable –es decir, aquello que recibe el apoyo de la realidad científicamente contrastada en el momento actual– y lo civilmente establecido como válido para todos: los derechos fundamentales de la persona constitucionalmente protegidos”.

En otras palabras, el Estado se reserva el derecho a impartir una educación no religiosa sobre bases científicas. La responsabilidad de la Iglesia es la de impartir la enseñanza religiosa, así ésta se base en milagros y dogmas. Tiene toda la libertad de hacerlo.

El Estado laico mexicano no le prohíbe a la Iglesia católica la enseñanza de la religión. No le prohíbe, a ningún padre de familia, que le enseñe a sus hijos a ser católicos. México siempre ha permitido la enseñanza religiosa en las escuelas privadas.

Y, si se alega que sólo los niños de padres en buenas condiciones económicas pueden asistir a las escuelas privadas, la Iglesia católica tiene en México la absoluta libertad –como la tienen todas las otras iglesias– de proporcionar enseñanza religiosa a los niños de familias con escasos recursos pecuniarios en los días y horarios que no interfieran con los de las escuelas públicas, y en los locales que disponga.

Aunque si éste fuera el caso, y la Iglesia asumiera en pleno la misión y la responsabilidad de instruir a esos niños en los principios religiosos y asegurar así su incorporación al rebaño del Señor, uno no podría dejar de preguntarse: ¿cuántos padres de familia dejarían ir solos a sus hijos a las clases de catecismo impartidas por un sacerdote célibe?

Contra la naturaleza

La revista católica mexicana Semanario expresó la semana pasada que la adopción de niños por parejas del mismo sexo es un atentado contra la naturaleza, la familia y los niños.

No es así. La adopción de un niño o una niña huérfanos por una pareja homosexual no atenta contra la naturaleza. No existe en la naturaleza ninguna ley que impida o condene la protección que un ser humano desee otorgar a otro ser humano.

Tampoco atenta contra la familia: tiene, por lo contrario, la intención de dar una familia al adoptado.

Por último, no atenta, tampoco, contra ningún niño: tiene el objetivo de cobijarlo contra la orfandad, el abandono, la prostitución, la miseria. Y, si esa pareja está formada por dos católicos o dos católicas, el propósito, también, de educarlo en la religión y que aprenda, así, a amar a Dios.

Lo que va contra la naturaleza es el celibato sacerdotal. Cada vez que un hombre descarga su esperma, éste vuelve a acumularse y, en pocos días, su naturaleza exige una nueva expulsión. No son muchas las formas en que un sacerdote adulto puede satisfacer esta exigencia: 1) mediante la masturbación, que para la Iglesia es un pecado, pero que no es un delito para el poder civil: b) mediante la relación sexual con consenso mutuo con una mujer adulta, que también para la Iglesia es un pecado –violación del celibato–, y que tampoco para el poder civil es un delito c); mediante la relación sexual con consentimiento mutuo con otro hombre adulto –por ejemplo, otro sacerdote–, que, una vez más, es considerada por la Iglesia como un pecado, pero que no está catalogada como un delito por el poder civil.

Y d) mediante la pederastia, que es considerada como un pecado por la Iglesia y, por el poder civil, como un delito grave.

El celibato sacerdotal va, también, contra la Ley Divina. Las órdenes del Señor, en el primer libro de la Biblia, el Génesis, son muy claras: Creced y multiplicaos. Estas órdenes, dirigidas a todos los futuros seres humanos sin excepción, han sido desobedecidas durante siglos por la Iglesia católica desde que inventó, en el siglo XI –o sea más de mil años después del nacimiento de Cristo– un celibato que Dios Padre nunca predicó ni ordenó: de haberlo hecho, la humanidad no hubiera existido. Otra cosa fue el enredo inventado por la Iglesia, que identificó el primer acto destinado a cumplir esa orden: la primera relación sexual entre Adán y Eva, con el pecado original. Las mentes puritanas nunca han sido capaces de concebir que Dios le otorgue al ser humano un placer sin que vaya aparejado, en calidad de cobro, el castigo correspondiente.

Si el celibato desapareciera, los sacerdotes no homosexuales –que presumo son la mayoría– podrían forma parejas heterosexuales capaces de salvar de la indigencia y la derelicción a numerosas criaturas, y llenarlos de amor y bendiciones. Y, para cumplir con la orden del Señor, los sacerdotes casados podrían además engendrar a sus propios hijos. Debe haber millones y millones de niños que duermen, en espera de nacer, en el vientre de la Eternidad. Que los traigan, pues, al mundo, en el seno de una pareja heterosexual aquellos que más abogan por el bienestar y la felicidad de la infancia.

El Estado laico no necesita el perdón de Dios, porque no atenta ni contra Dios ni contra la Iglesia. No atenta contra los fieles: protege su libertad. Protege su libre elección o, en otras palabras, protege el libre albedrío, cuya existencia fue confirmada por Santo Tomás de Aquino en la Summa Theologica.


Fuente: La Jornada


Friday 3 September 2010

Germán Dehesa

Me acabo de enterar del fallecimiento el día de ayer del Maestro Germán Dehesa, desde aquí mi agradecimiento por todas las letras que me regaló, y también desde aquí mi pésame a toda su familia, al "bucles" a la "carlos" a la "hillary", la "tractor".
Un aplauso Maestro.



Thursday 2 September 2010

Cancele Don Felipe (el Don le queda grande)

Artículo del gran Jacobo Zabludovsky
Se incendia el circo y el dueño en vez de salvar a los enanos vende boletos para la siguiente función.
El símil con el gobierno mexicano no es justo porque los dueños saben dirigir sus circos, menester difícil si los hay, mientras que a nuestro gobierno se le hace bolas el engrudo y en medio del desbarajuste prepara los eventos más disparatados y costosos dizque para celebrar las fechas patrias.
Llegamos a escasos dos meses de ellas descubriendo que los encargados de preparar las conmemoraciones resolvieron su problema contratando a dedo, sin licitación alguna, empresas especialistas en mojigangas que se llevarán cerca de 3 mil millones de pesos (2 mil 971, para ser exactos). La partida mayor se le adjudicó a un señor Birch que anda por el mundo ofreciendo su “show”, maquillándolo según el comprador. En México fundó una compañía llamada Instantia Producciones para firmar los contratos. Otros 14 por un total de 447 millones de pesos se le darán, también sin licitación, a TURISSTE que, según la Auditoría Superior de la Federación, no tiene atribuciones para organizar eventos.
Todo esto se viene sabiendo apenas, en medio del sigilo tenebroso, gracias a la labor de algunos reporteros. Al publicarse esta maniobra el señor José Manuel Villalpando, jefe de la comisión de los festejos, dijo: “La crítica no me afecta, la envidia es algo muy mexicano. Si el artista fuera amigo tuyo dirías qué bueno que le pagaron, o sea, depende… Este recurso es poco en realidad, frente a los muchos millones de pesos que hay en el presupuesto nacional”. Eso dijo.
A la carencia de imaginación y talento se une el despilfarro del dinero de los contribuyentes. La corrupción deja un tufo que envuelve todo este negocio. Es hora de detener el gasto ofensivo y el espectáculo que no por ser grandote deja de ser chafa. México no merece esta agresión artera.
Estamos en medio de una de las tragedias colectivas más dolorosas de los últimos tiempos. Las inundaciones han causado muertes y pérdidas materiales en la mitad de la República. La ayuda, como siempre, ha sido lenta y escasa, los daños son incalculables y las lluvias apenas empiezan. Los meses de agosto y septiembre suelen ser los más lluviosos. Con frecuencia el grito se da bajo un aguacero. Los meteorólogos pronostican próximas tormentas. Debe preverse que la catástrofe lejos de menguar, crezca y lleguemos a las mentadas fiestas patrias en medio de una emergencia mayor. Ante la realidad y el peligro de que empeore, un gobernante sensato debería evitar todo festejo superfluo y todo gasto inútil. Deben cancelarse hoy las fiestas especiales del Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución.
Debemos ajustarnos a la austeridad republicana, a la medianía cívica de la que habló Juárez y a la que ajustó su vida y la pública durante su gobierno. Celebremos como un pueblo maduro, no como aquelarre de nuevos ricos o de negociantes irresponsables.
No podemos exagerar en las fiestas como si olvidáramos el sufrimiento de cientos de miles de familias. Y no hay que olvidar que las aguas cubren tierras castigadas por guerras contra el crimen organizado y narcotraficantes cada vez más violentos y todas las plagas ancestrales que empiezan con la extrema miseria de 40 millones de mexicanos.
Señor Felipe Calderón: el miércoles al despedir a la encargada de su Oficina de la Presidencia, Patricia Flores Elizondo, dijo al obsequiarla con ese florilegio de elogios con que acostumbra cesar a su colaboradores, que “impulsó la realización de proyectos especiales, como es el caso de la celebración del Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución”. No es disparate pensar, en consecuencia, que ella nombró al señor Villalpando. No deje que se vaya sola, don Felipe.
Los funcionarios encargados de rescatar a las víctimas de las inundaciones se han quejado de falta de recursos. Somos convalecientes de una intensa y larga crisis económica, nos acechan tiempos difíciles también en lo económico. No celebre jolgorios escandalosos en medio de la desolación. Dedique ese dinero asignado al despilfarro a favor de quienes lo necesitan. Cancele.
Se me ocurre que la manera más inesperada y satisfactoria de rendir homenaje a los héroes y a la patria que nos dieron, sería anunciar un cambio debido a la adversidad acumulada sobre los mexicanos, un cambio de planes en el programa del 15 y 16 de septiembre. Cortar todo gasto innecesario.
Nos ajustaremos al grito, la verbena, el desfile y las músicas y bailes. Sin excesos. Sin imprudencias. Como todos los años. No está la novia para tafetanes. Los actos de buen gobierno no siempre son de hacer, a veces valen más los que se dejan de hacer a tiempo. Cancele.