Yo no temo a la muerte. Temo al dolor del cuerpo, sí, y a ese inconmensurable dolor del alma que es la soledad. Pero a la muerte no. Y no la temo porque jamás estaremos juntos ella y yo: ahora que yo soy, ella no es; cuando sea ella, yo ya no seré.
Todo es vida, hasta la muerte.
La vida misma que Dios creó en el principio de los tiempos, es la vida que ahora hay, infinitamente varia, como el mar, infinitamente igual a si misma, como el mar.
De esa vida soy parte.
Mi vida de ahora se repetirá en la vida eternamente.
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