Texto: Carlos Monsiváis
¿Qué es la derecha? Entre las posibilidades para definir el término, hay una siempre actual: “La decisión de pensar por los demás y de ordenarle a los demás su comportamiento; la usurpación organizada del libre albedrío a nombre de Dios (o de la empresa y el mercado libre) y de esos otros componentes de la Trinidad, la moral y las buenas costumbres”. En México la derecha es la herencia virreinal que se extiende a la tradición de intolerancia (hasta 1857) absoluta en México. Todavía en 1856, en el primer debate sobre libertad de creencias en el Congreso Constituyente, sólo un parlamentario vota a favor de la tolerancia. En 1859, en la preparación de las Leyes de Reforma, el panorama se transforma por completo, entre otras cosas por el hostigamiento de los conservadores, los preparativos bélicos alentados por el Clero y la necesidad política de liberalizar a la sociedad para manejar el Estado. Juárez y los hombres de la Reforma producen las leyes indispensables para el desarrollo de las libertades, en oposición notoria a los antecedentes. Ni en la Constitución de 1824, ni en los otros proyectos se admite la libertad de creencias, “traición a la Patria”. La derecha sufre dos grandes derrotas históricas que distinguen a México de otros países latinoamericanos, la Reforma Liberal y la Revolución, grandes movimientos anticlericales y de apertura de conciencia. Derrotada por la Reforma liberal, la derecha se refugia en los pueblos tradicionalistas que, como prueba Agustín Yáñez en Al filo del agua, son literalmente “campos de concentración de la ortodoxia”. En el enfrentamiento entre Estado y derecha, la Iglesia Católica y sus representantes laicos o semiepiscopales, se las arreglan siempre para quedarse con el control de la formación de la clase dirigente, así pierdan el de la educación pública. De la República Restaurada (1867-1872) a 1910, la derecha insiste en la tutela de la educación mientras acepta amplias concesiones del Estado. Desde los años cuarentas, la derecha opta por lo que ha sido su estrategia más eficaz: apropiarse de la educación de las élites, ahora más del siete por ciento de la educación primaria y superior. Si educan a los futuros gobernantes y empresarios, educan directamente al poder. Dicho sea de paso, en México no tiene sentido hablar de la derecha religiosa porque éste es su adjetivo irremplazable. No hay tal cosa como una derecha formalmente atea. A la clase empresarial le importa el manto de “legitimidad moral” aportado por su pública devoción cristiana, y en pos de ello le rinde tributo económico y social a sus creencias. De no proceder así, se verían excluidos de su grupo. El vínculo interno del empresariado es la confesión de fe tradicionalista. Al régimen priista se le conceden la educación de las masas y la vigilia de su panteón heroico. A la derecha, es decir, a la jerarquía, al empresariado, a los membretes de la Unión de Padres de Familia, de las Asociaciones Femeninas, de la Asociación Católica de la Juventud Mexicana, etcétera, se le encomiendan campañas periódicas de afirmación del feudo. (Deben ser periódicas, porque el interés de la sociedad no da para tanto; si se hicieran de continuo el fastidio sería total). Estas andanadas irregulares se dirigen a la supresión de libertades y la limitación de las libertades existentes. Así por ejemplo, las campañas contra la educación sexual que se inician en forma muy vigorosa en 1932, cuando el Secretario de Educación, Narciso Bassols, propuso introducir temas de educación sexual en la educación primaria y secundaria. La derecha se opone, moviliza sus huestes en las escuelas públicas (no muchas, sólo al 8 % del profesorado), y tiene éxito al crear el barullo que obliga a la suspensión de la campaña de educación sexual y al secretario Bassols a presentar la renuncia. La censura, el enclave más poderoso de la derecha, es, desde el principio, un tributo del Estado a los otros poderes. La censura le niega la mayoría de edad psicológica y cultural a la sociedad, y retiene el derecho a decidir lo que debe verse y lo que no, lo que debe oírse y lo que no.La censura fomenta un “retraso mental colectivo” al no permitir el derecho a decidir de lectores y espectadores, y evita informaciones y obras fundamentales, en pos del ideal: si la sociedad es menor de edad, no podemos permitir que crezca. Otra fortaleza de la derecha es el control histórico sobre las mujeres. La consagración del machismo en la vida social y en la industria de la conciencia ratifica las pautas del tradicionalismo en la vida cotidiana, hasta llegar al exceso. Durante casi todo el siglo XX, la violación, a ojos del patriarcado, apenas merece comentarios sarcásticos de policías y agentes del “Ministerio Público”. La víctima es culpable y así se le trata en los juzgados si se atreve a demandar a sus victimarios. En materia de sexismo, la culpabilización de las víctimas ha prevalecido hasta fechas muy recientes, lo que supone la inferiorización de las mujeres y la comprobación de su minoría de edad psicológica, espiritual y cultural, algo muy del gusto de la derecha. Quizás el bastión central de la derecha, el más efectivo hasta hace muy poco, es la noción de pecado y sus consecuencia, el sentimiento de culpa. Si alguien se siente pecador o pecadora, está ya a disposición de la derecha, que no admite responsabilidades, sólo culpas, que fomenta a granel. Se lanza contra el cine “obsceno” y detiene la madurez temática de la industria en los años cincuentas, lanza campañas desde los púlpitos contra Agustín Lara y Cri-Cri, se quema revistas “pornográficas” (que nunca llegan a serlo). Antes de que exista material pornográfico, los grupos confesionales inician en Mérida, Hermosillo, la Ciudad de México, Puebla, quemas de publicaciones “heréticas”. Llegan a los expendios de periódicos, decomisan las revistas “pecaminosas” y las hacen arder en los zócalos en “autos de fe editorial”.A la derecha le importa el ejercicio del poder que le permite negociar y refrendarle a la sociedad que vive en culpa y en pecado. Por eso quiere fiscalizarlo todo, el comportamiento y la conversación. Hay campañas contra las libertades verbales, hasta los años setenta tiene vigencia la lista de vocablos que no se pueden imprimir. Esto se suprime por el mero impulso social, se implanta el habla unisex y ya dejan de ser tabú las “conductas prohibidas” que además, son legales entre adultos consensuadamente. Si la prensa insiste hasta hace unos años en decirle “maricones” a los gays, es por creer demasiada concesión llamarlos homosexuales, en cambio la palabra “maricones” los retiene en el ghetto de la abyección. En este punto, la derecha suele coincidir con la izquierda, aunque parte de la izquierda reconsidera y cambia a partir de los setentas. La derecha es la gran defensora de los monopolios. Por ejemplo, éste es un país exclusivamente católico, lo que permite que pase inadvertida la atroz persecución de los protestantes a lo largo del siglo, la violación de sus derechos humanos y civiles, el asesinato de sus líderes, la expulsión de los conversos de las comunidades, la quema de templos. Y de corolario la muy significativa oleada de chistes que adereza la herejía con el choteo. En esta campaña la homogeneidad a fuerzas, tiene éxito la derecha, al aislar del conjunto a cada uno de los sectores perseguidos, que desunidos resultan presas fáciles. Además, la derecha ha fortalecido enormemente la idea prevaleciente en la clase política de que la conducta pública debe inspirarse en la pareja católica. Hasta hace muy poco era inconcebible que un divorciado pudiese ser Presidente de la República. Un soltero, imposible. Lo que la derecha pierde con la educación laica, trata de compensarlo con el mantenimiento de sus zonas de prohibición. Esto es muy claro, la ofensiva actual de la derecha tiene que ver con la restricción cuantiosa de sus zonas de prohibición.En 1961 la campaña “Cristianismo Sí, Comunismo No”, más que contra la izquierda, se dirige contra un sector educativo absolutamente fuera de su control. En 1960 la derecha organiza su gran campaña en Monterrey contra los libros de texto gratuitos, juzgados “indecorosos” y casi ateos. Sólo la negociación directa del presidente López Mateos hace posible la difusión de los libros. Esto es inadmisible para la derecha: si los niños saben, si las mujeres deciden, su control se desvanece. Lo suyo es el sostén de la hipocresía como visión del mundo y no lo digo retóricamente, aunque así se escuche, sino de manera muy textual. Si la hipocresía deja de ser la visión del mundo compartida, y esto involucra necesariamente a la clase dominante, se pierde el control. La derecha ya no pide la aceptación unánime de sus dogmas, pero sí que se actúe como si estos dogmas fuesen acatados y por eso se concentran tanto en la burguesía y la clase media alta. La conducta de los pobres corre a cargo de su animalidad orgánica, y eso a la derecha no le incumbe. Si un pobre es incestuoso no le parece novedad, si un rico se divorcia es blasfemia. A la derecha le afana el control sobre la conducta de las clases poderosas.Al concentrarse la derecha en oponerse al protestantismo y el comunismo, en mantener las prohibiciones más notorias y en cultivar las apariencias morales, se olvida de la modernidad. Esto es su gran desastre. En la segunda mitad del siglo XX, al no tomar en cuenta la modernidad, por ausencia de aparatos ideológicos o por falta de percepción cultural, la derecha ignora las fuerzas dominantes en lo internacional, y contra las cuales la condena es muy insuficiente.Para cuando la derecha reacciona es tarde. Si se quiere ver la andanada patética contra la modernidad, lean a Carlos Cuauhtémoc Sánchez, que en sus libros sitúa a la modernidad como el enemigo y para ello acude a fórmulas dizque modernas. A partir de los ochenta, pero especialmente en los años recientes, la derecha consolida sus centros de acción y sus fortalezas, entre ellas el poder de las universidades particulares a cargo de la élite. En un cálculo aproximado, el 70% del aparato público, de directores de departamento para arriba, egresa de universidades particulares. Por lo demás su presencia pública es precaria.Las organizaciones de extrema derecha en tanto interlocutores de la sociedad, sólo se vigorizan en un caso: la despenalización del aborto. En esto, no sólo las asociaciones de la derecha norteamericana intervienen. Para el mantenimiento de la censura en la televisión regular, se requiere del miedo a enfrentarse a la derecha. Por eso muchas cosas no se publican, por el miedo a los anunciantes y sus campañas de boicot, que no resultaron tan efectivas en el caso del ‘Padre de Multitudes’, Marcial Maciel, quien por lo visto no sólo entretenía a la niñez sino, oh gran disculpa, no quería vientres desocupados a su alrededor. Otro motivo de acción de la derecha son las campañas contra cualquier intento de promover reformas o medidas. La despenalización del aborto desemboca en un hecho trascendental: la ampliación del Estado laico, que se da y debe darse a partir de las exigencias de la bioética y de los derechos ocultos o pospuestos (o cancelados hasta ahora) de minorías y mayorías. En la última década la lucha por la despenalización del aborto ha sido asunto de hombres y mujeres, ya no sólo de feministas. La campaña del Partido Acción Nacional, compartida con el PRI, tan lleno de necesidades electorales y de la respetabilidad que le niega su historia, ha tenido éxito legislativo, pero no significa gran cosa socialmente. Desde el punto de vista de la sociedad en su conjunto, se ha dado la despenalización moral del aborto, y el que sea un tema más y ya no el tema inmencionable y prohibido, prueba el fracaso cultural de la derecha, que no entiende las limitaciones enormes del mero triunfo legislativo.¿Cómo piensan reprimir, encarcelar y reeducar mentalmente a las mujeres que abortan? ¿De qué manera, ajena al terrorismo activo, pueden imponer el terror? ¿Dónde están las grandes manifestaciones de apoyo al antiabortismo? Se me dirá que tampoco se ven las manifestaciones a favor del derecho al aborto, pero eso prueba algo contundente: es un asunto privado, tan doloroso o angustioso como se quiera pero que cada mujer, cada pareja si es posible, debe resolver en su privacidad. Manejarlo como tema penal, como ocasión de castigo público, y lo que es aún más inconcebible, negarle a las mujeres violadas el derecho al aborto, como se aprobó en varias legislaturas, es simplemente creer que las concepciones medievales regresan al gusto de una minoría. Aprobar el retraso no equivale a retrasar el futuro. Ese le pertenece a las mujeres y a una sociedad cuyas libertades se impondrán obligadamente porque así es el desarrollo civilizatorio.
• Ponencia leída el lunes 17 de agosto durante las audiencias públicas por la posible reforma al artículo 2 de la Constitución local. Tomado de ( http://tribunadequeretaro.blogspot.com/2009/08/no-estamos-en-contra-de-las-libertades.html )
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