Me dan pena y no me gustan los adultos que defienden pendejamente a sus hijos contra quien sea que quiera llamarles la atención, y cuando están a solas los reprenden a putazos.
No me gustan los adultos que han perdido la frescura, y que se complican más de la cuenta, pero que siguen sin ver que regresando a su raíz, se encuentra el camino.
No me gustan los adultos que saben y opinan de todo, cuando en realidad son “mochos” del alma y cerebro, versión minimalista de: candil de la calle y oscuridad de su casa.
Me dan pena y no me gustan los adultos que se han convertido en galeotes, que se mueven por inercia, esclavos de la rutina, víctimas de sus manías y vicios, secos para la vida.
Me alegran la existencia los hombres y mujeres hechos y derechos, que hablan y miran de frente y que obran de acuerdo a normas y reglas que han mamado.
Me alegran los adultos que se respetan a sí mismos, a su cuerpo y mente, a su hogar, y por ende respetan a todo el mundo.
Me alegra ver a un Papá o a una Mamá que no tienen empacho en demostrar sus sentimientos hacia los suyos aunque estén en público. Me agrada ver bailar a Padres con hijas, Madres con hijos, y ver la sonrisa del amor reflejada en sus rostros.
Me agrada observar a la gente buena, trabajadora, comprometida, con sueños, con ideales, y ver como poco a poco y con esfuerzo, van adquiriendo aquello que desean.
Me gustan las cosas simples, porque he encontrado en la sencillez, la felicidad plena y el amor que se reinventa día a día. Gracias al cielo Tata Dios no me otorgó lo que de adolescente anhelaba, pero en cambio me regaló lo que nunca anhelé.
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