Tuesday 10 August 2010

Si no creyese

Si no creyese cuando menos un poco en la humanidad, no me tomaría la molestia de escribir un texto de magnitudes libertarias. Aunque esta cita sea un texto muerto de la indolencia complaciente de la que ahora nos quejamos.

Cualquiera que esté o no enterado de la situación, sabe bien que las circunstancias son ya intolerables y alcanzan los excesos de una tiranía rapaz disfrazada de democracia y pluralidad. Basta asomar la nariz fuera de nuestro interiorismo y nuestro cómodo desgano para darnos cuenta que la situación imperante es atroz.

Cargamos con un hartazgo cómplice y permisivo. Nuestras protestas siguen siendo laxas y tienden a desinflarse rápido: la dolorosa punzada de la apatía social. Mi México es un país de protestantes que cargan el vano estandarte de una lucha jamás consumada.

Históricamente, generaciones de bienaventurados han levantado sus puños al cielo y levantado la voz en gritos ante el reino de la desigualdad social. Es entonces cuando el convite Bicentenario se vuelve una celebración a nuestra mediocridad…

Lo que hoy está sucediendo en este país rebasa por mucho la frontera de lo abominable.

No es gratuito que un reducido grupo de personajes vengan ahora a imponernos medidas recaudatorias exorbitantes para un pueblo sumido en su propio desdén social. Ellos están donde están porque se valieron del mismo sistema del que nosotros dependemos sin saber por qué, el mismo que insultamos cada que se nos vacían los bolsillos o se nos excluye de las decisiones inherentes a nuestra sociedad.

Hoy puedo dirigirme al anónimo lector de este blog porque soy de esos “afortunados” que cuentan con una conexión a internet. Hay quien ha dicho que es el acabose de nuestro siglo y que fomenta la ociosidad del colectivo, entre otros vicios de sus detractores. Hay quien dice que por este medio se puede obtener sabiduría y aprendizaje. Pero ellos dicen que es un lujo…

Efectivamente, somos una espeluznante minoría quienes podemos acceder a internet. Pero ello no significa que sea la opulencia quien hace mejor uso de la red: el peso de nuestra minoría es aplastante en la medida que la libertad se ha trasladado a un mundo virtual. Ante la espléndida ferocidad de los medios convencionales, los que no nos conformamos tuvimos que mudarnos a un estrecho cable, donde hasta hoy las ideas fluyeron con más o menos dificultad.

Somos nosotros, los blogueros y twitteros, los que nos despedimos para siempre del papel, no por convicción ecologista o afán ambientalista, sino porque leemos el periódico on-line a falta de diez pesos para el diario impreso y nos hacemos de libros en .pdf ante el encarecimiento ruin de la industria editorial.

Nosotros, los que messengereamos y tagueamos fotos en Facebook por guardar un contacto con las personas que de otro modo olvidaríamos irremediablemente. Nosotros, los que coleccionamos nuestras fotos en un archivo en el aire porque ya no alcanza para guardarlos en álbumes. Nosotros, los que bajamos música a sabiendas que es un hurto… porque debemos elegir entre vestirnos o embelesar nuestros oídos de melodías.

Somos nosotros, esa “lujosa minoría”, los que aprendimos a gastar menos gracias al internet y sus bondades gratuitas.

Por eso hoy les escribo a ustedes, a los que tienen el hábito de leer mis irrealidades que quizá nunca puedan llegar a las librerías y a los que nunca pusieron sus ojos en este blog.

Porque no es justo que encarezcan nuestra ventana más accesible a un mundo que nos ha sido vedado por esa otra minoría: la más feroz y la más cruel… la de los políticos ricos que no saben vivir sin su Blackberry y su laptop para chatear en las sesiones.

Por eso hoy escribo, pero mañana quizá tome acciones más radicales y contundentes. Si hoy guardamos silencio y nos tragamos la idea de que todo se hace a favor de los que menos tienen, los días que vienen en verdad habremos de ser anónimos porque no habrá espacio para nosotros.

Por eso hoy escribo y sólo escribo. Porque es el único modo sensato que tengo de expresar mi furia.




1 comment:

  1. No hay gobierno bueno sin presión social
    Amparo Casar.

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